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https://books.google.es/books?id=4BUUAwAAQBAJ&pg=PA156&lpg=PA156&dq=Ningunas+Provincias+entre+Cristianos+est%C3%A1n+entre+s%C3%AD+trabadas+con+mayor+confederaci%C3%B3n+que+Castilla,+y+Francia,+por+estar+asentada+con+grandes+sacramentos+la+amistad+de+Reyes+con+Reyes,+y+de+Naci%C3%B3n+con+Naci%C3%B3n.&source=bl&ots=wDTKRg_q4M&sig=ACfU3U0wEHfUZCqFjPGLLpiFTjeDaVMrPQ&hl=ca&sa=X&ved=2ahUKEwi636uxpqHoAhVDgRoKHVCqBVYQ6AEwAHoECAkQAQ#v=onepage&q=trabadas&f=false
Obras del padre Juan de Mariana, Volum 2
Per Francisco Pi Y Margall
HISTORIA GENERAL DE ESPAÑA
CAPITULO V.
De una habla que tuvieron los Reyes, el de Castilla y el de Francia.
... Acordóse por medio desta embaxada que los Reyes de Castilla y de Francia se viesen y hablasen para trataren presencia de todas las diferencias que tenían, y componer sus haciendas. Como se concertó, así se hizo, que aquellos Príncipes tuvieron su habla por el fin del mes de Abril cerca de la villa de Fuente-Rabia. Vinieron con el Francés los dos Gastones padre y hijo, Condes que eran de Fox, el Duque de Borbon, el Arzobispo de Turón y el Almirante de Francia. Al de Castilla acompañaban el Arzobispo de Toledo, y los Obispos de Burgos, León, Segovia, y Calahorra, el Marqués de Villena, el Maestre de Alcántara y el gran Prior de San Juan todos y cada qual arreados muy ricamente, y coa libreas y mucha representación de magestad. Entre todos se señalaba el Conde de Ledesma, gran competidor del de Villena : salió arreado de vestidos muy ricos, recamados de oro y sembrados de perlas. El vestido y trage de los Franceses era muy ordinario, especial el del Rey, que era causa á los Castellanos de burlarse de ellos, y de motejallos con palabras agudas y motes.
Pasaron los nuestros en muchas barcas el rio Vedaso ó Vidasoa. Puédese sospechar se hizo esto por reconocer ventaja á la magestad de Francia: nuestros historiadores dicen otra causa, que todo aquel rio pertenece al señorío de España; y consta por escrituras publicas, acordadas en diferentes tiempos entre los Reyes de Castilla y Francia, y de lo procesado en esta razón, en que se declara que jasando el Rey D. Enrique el rio Vidasoa en un barco, llegó hasta donde llegaba el agua, y allí puso el pie, y al tiempo que quiso hablar con el Rey Luis, tenia un bastón en la mano: desembarcado en la orilla y arenal donde el agua podia llegar en la mayor creciente, dixo que allí estaba en lo suyo, y que aquella era la raya dentre Castilla y Francia, y poniendo el pie mas adelante, dixo, ahora estoy en España y Francia; y el Rey Luis respondió en su lengua: II est vrai, decís la verdad.
En estas vistas y habla se leyó de nuevo la sentencia que poco antes pronunció en Bayona el Rey de Francia elegido por Juez arbitro entre Castilla y Aragón, en que se contenian estas principales cabezas: Que las gentes de Castilla saliesen de Cataluña, y se quitasen las guarniciones que tenian en Navarra: la ciudad de Estella con toda su merindad quedase en Navarra por el Rey D. Enrique: la Reyna de Aragón y su hija estuviesen en Raga en poder del Arzobispo de Toledo para seguridad que se guardaría lo concertado. Esta sentencia ofendía mucho á la una nación y á la otra, á los de Castilla y de Aragón, sobre todo á los de Navarra; quexábanse que aquel asiento y sentencia era en gran perjuicio suyo: ningún otro provecho se sacó de juntarse estos Príncipes. Pero de todo esto, y aun de toda esta manera de juntas y hablas entre los Príncipes será á propósito referir aquí lo que siente Philipe de Comines historiador muy señalado de las cosas de Francia que pasaron en esta era, y que se puede comparar con qualquiera de los antiguos. Sus palabras traducidas de Francés en Castellano dicen así:
"Neciamente lo hacen los Príncipes de igual poder cuando por sí mismos se juntan a habla, en especial pasados los años de la mocedad, quando en lugar de los juegos y burlas (á que aquella edad es aficionada) entra la envidia y emulacion; ni carecen de peligro juntas semejantes; y si esto no, ningun otro provecho resulta dellas sino encenderse mas la ira y el odio, de manera que tengo por mas acertado concertar las diferencias entre los Reyes, y qualquier otro negocio que haya, por sus embaxadores que sean personas prudentes. Muchas cosas me ha enseñado la experiencia, de las quales tengo por conveniente poner aquí algunos exemplos. Ningunas provincias entre Christianos están entre sí trabadas con mayor confederación que Castilla con Francia, por estar asentada con grandes sacramentos amistad de Reyes con Reyes, y de nación con nación. Fiados desta amistad el Rey Luis Onceno de Francia poco después que se coronó por Rey, y D. Enrique Rey de Castilla, se juntaron á la raya de los dos reynos. D. Enrique llegó á Fuente-Rabia rodeado de grande acompañamiento; seguíanle el gran Maestre de Santiago y el Arzobispo de Toledo, y el Conde de Ledesma, que entre todos se señalaba por ser su gran privado. El Rey de Francia paró en San Juan de Angelin, acompañado como es de costumbre de muchos Grandes. Gran número de la una nación y de la otra alojaba en Bayona, los quales luego que llegaron, se barajaron malamente. Hallóse presente la Reyna de Aragón, que tenia diferencias con el Rey D. Enrique sobre Estella y otros pueblos de Navarra que dexáran en manos del Rey. Una ó dos veces se hablaron, y vieron á la ribera del rio que divide á Francia de España; pero brevísimamente quanto pareció al Maestre de Santiago y al Arzobispo de Toledo que lo gobernaban todo, y por esto fueron por el Rey de Francia festejados grandemente en San Juan de Angelin quando allí le visitaron. El Conde de Ledesma pasó el rio en una barca que llevaba la vetóla de brocado, el arreo de su persona era conforme á esto, en particular llevaba unos hermosos borceguíes sembrados de pedrería. D. Enrique era feo de rostro: la forma del vestido sin primor, y que descontentaba á los Franceses. Nuestro Rey ívse señalaba por el hábito muy ordinario: el vestido corto, sombrero común, con una imagen de plomo en él cosida, ocasión de mofas y remoquetes : los Españoles echaban aquel trage á poquedad y avaricia. Desta manera se acabó la junta, sin que della resultase otro provecho mas de conjuraciones y monipodios que entre los unos y otros Grandes se forjaron, por las quales yo mismo vi al Rey D. Enrique envuelto en grandes trabajos y afanes que se continuaron hasta su muerte, desamparado de sus vasallos, y puesto en un estado miserable."
Hasta aquí son palabras de Philipe de Comines; lo demás que dice se dexa por abreviar. Este año, á los doce de Noviembre, pasó desta vida á la eterna el santo fray Diego en el su monasterio de Franciscos de Alcalá de Henares que fundó D. Alonso Carrillo Arzobispo de Toledo. Fué natural de San Nicolás diócesi de Sevilla. Su vida tal, y los milagros que Dios por él hizo, tantos que el Papa Sixto Quinto le canonizó á los dos de Julio año del Señor de mil y quinientos y ochenta y ocho.
CAPITULO VI.
Los Catalanes llamaron en su ayuda a Don Pedro Condestable de Portugal
Halláronse presentes á la junta destos Príncipes dos Embaxadores de Barcelona, llamados el uno Cardona y el otro Copones. Quexáronse al de Castilla que se hacia agravio á su nación en desamparallos contra lo que tenian capitulado. Estas quexas no fueron de efecto alguno; las orejas destos Príncipes estaban cerradas á sus ruegos por respetos que mas á ellos les importaban. En Tolosa pueblo de Guipúzcoa el común del pueblo mató á seis de Mayo á un Judío llamado Gaon: fué la ocasión que por estar el Rey cerca, entretanto que se entretenía en Fuente-Rabia, comenzó el Judío á cobrar cierta imposición que se llamaba el Pedido, sobre que antiguamente hobo grandes alteraciones entre los de aquella nación, y al presente llevaban mal que se les quebrantasen sus privilegios y libertades. No se castigó este delito, y esta muerte, antes poco después en Segovia, do se fué el Rey D. Enrique, hobo entre dos frayles y se encendió una grave reyerta. El uno afirmaba en sus sermones que muchos Christianos se volvían Judíos, en que pretendía tachar el libre trato que con los de aquella nación y con los Moros se tenia; y era así que muchos de aquellas naciones enemigos de Christo libremente andaban en la casa Real y por toda la provincia: el otro fray le lo negaba todo mas en gracia de los Príncipes, como yo creo, que por ser así verdad. Nunca sin duda en España se vio mayor estrago de costumbres, ni corrieron tiempos mas miserables; en particular el pueblo en Sevilla andaba muy alborotado en gran manera, á causa que Don Alonso de Fonseca el mas viejo pedía que le fuese restituida aquella Iglesia, que diera los años pasados en confianza á su pariente llamado también Don Alonso de Fonseca; alegaba que así estaba establecido por los derechos y recebido por la costumbre, y que así lo mandaba el Padre Santo. El pueblo, y la nobleza, divididos en parcialidades, unos favorecían al pretensor, otros al contrario; de que resultaban alteraciones y corria riesgo no viniesen á las manos. Acudió á grandes jornadas el Rey Don Enrique, y con su venida entregó la Iglesia á Don Alonso de Tonseca el mas viejo, y pagaron con las cabezas y con la vida seis personas que fueron los principales movedores de aquel motin y alboroto.
El Rey de Portugal á la sazón con una gruesa armada volvio á África: iban en su compañía Don Fernando su hermano, y D. Pedro su primo que era Condestable de Portugal. Los Catalanes desamparados de la ayuda de Castilla, y visto que los Franceses é Italianos los tenían prevenidos por el Rey de Aragón, acordaron (lo que solo les faltaba y quedaba) llamar socorros de mas léxos: con este acuerdo enviaron á convidar á D. Pedro Condestable de Portugal para que desde Ceuta viniese á tomar posesión de aquel Principado, que decian le pertenecía por su madre, que era la hija mayor del Conde de Urgél: en mal pleyto ninguna cosa se dexa de intentar. Parecíale al Condestable buena ocasión esta: hízose á la vela, llegó á la playa de Barcelona, y surgió en ella á veinte y uno de Enero principio del año 1464. Allí sin dilación fué llamado Conde de Barcelona y Rey de Aragón: acometimiento que por falta de fuerzas salió en vano, y la honra le acarreó la muerte demás de otros daños que resultaron: lo primero con la partida de D. Pedro las fuerzas de Portugal se enflaquecieron en África, por donde de Tánger que pretendían tomar, fueron con daño rechazados los fieles por los Moros, y algunas entradas que se hicieron en los campos comarcanos, no fueron de consideración ni de algua efecto notable; solo junto al monte Benasa en un encuentro que tuvieron con los enemigos, el mismo Rey de Portugal estuvo á gran riesgo de perderse con toda su gente. Duarte de Meneses como quier que por defender á su Rey se metiese con grande ánimo entre los enemigos, fué muerto en la pelea y otros con él. El Conde de Villarreal defendió aquel dia la retaguardia, por lo qual mereció mucha loa por testimonio del mismo Rey que después de la pelea le dixo: 'Hoy en vos solo ha quedado la fé'.
El Rey D. Enrique desde Sevilla fué á Gibraltar: allí a su instancia y por sus ruegos aportó el Rey de Portugal á la vuelta de África y de Ceuta. Estuvieron en aquel pueblo por espacio de ocho dias: después dellos el de Portugal se volvió á su reyno. El Rey D. Enrique por la parte rompió por el reyno de Granada, sin desistir de la empresa hasta tanto que le pagaron el tributo que tenian antes concertado, y le hicieron otros presentes de grande estima: con esto por Jaén, do residía Miguel Iranzu su Condestable por frontero, pasó el Rey de priesa á Madrid. Queria recebir y festejar otra vez al de Portugal que por voto que tenia hecho, se encaminaba para visitar á Guadalupe, casa de mucha devoción; viéronse los dos Reyes y habláronse en la Puente del Arzobispo raya del reyno de Toledo; hallóse presente la Rey na de Castilla que en compañía de su marido iba para verse con su hermano el Rey de Portugal. En esta junta se concertaron dos casamientos, uno del Rey de Portugal con Doña Isabel hermana del Rey D. Enrique, y otro de Doña Juana su hija con el Príncipe y heredero de Portugal: dilatáronse para otro tiempo las bodas, y al fin la tardanza hizo que no surtiesen efecto.
Estaba del cielo determinado que los Aragoneses, reyno mas á propósito que el de Portugal, viniesen á la corona de Castilla, bien que no sin grandes y largas alteraciones de España: males que parece pronosticó un torbellino de vientos que en Sevilla se levantó, el mayor que la gente se acordaba, tanto que llevó por el ayre un par de bueyes con su arado, y de la torre de San Agustín derribó y arrojó muy léxos una campana; arrancó otrosí de quaxo muchos árboles muy viejos, y los edificios en muchas partes quedaron maltratados. Viéronse en el cíelo como huestes de hombres armados que peleaban entre sí, quier fuese verdadera representación, quier engaño como se puede pensar, pues refieren que solamente las vieron los niños de poca edad: finalmente tres águilas con los picos y uñas en el ayre combatieron por largo espacio; el fin de aquella sangrienta pelea fué que cayeron todas en tierra muertas. Los hombres movidos desíos prodigios y señales hacían rogativas, plegarias y votos para aplacar, sí pudiesen, la ira del cielo que amenazaba, y alcanzar el favor de Dios y de los Santos.
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See also:
Philippe de Commynes: The Reign of Louis XI 1461-83.
Translated with an Introduction by Michael Jones
http://www.r3.org/on-line-library-text-essays/michael-jones-philippe-de-commynes-memoirs/
See also:
Dámaris Montes Pérez (Universitat de Girona).
La transmisión textual de las Mémories de Philippe de Commynes en las traducciones de Felipe (1636) y Juan de Vitrián (1643).
https://dugi-doc.udg.edu/bitstream/handle/10256/10098/MontesPerezDamaris_Treball.pdf?sequence=2&isAllowed=y
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