Carta enviada a "Tiempo Hoy"
Sr. Director,
He leído con estupor, como si fuera de otro país, su resumen, "Guerra insinúa que hay que suspender la autonomía de Cataluña", de un artículo publicado este viernes, según parece, por la revista Tiempo, revista que no leo. Entre colillas, el Sr. Alfonso Guerra se queja de "los casos en los que las autoridades no cumplen con las responsabilidades mandatadas mediante elecciones libres y democráticas". Pero parece no referirse a los partidos y coaliciones que ganaron en septiembre de 2015 las elecciones en Cataluña, cuyos programas decían muy, muy claramente que su objetivo era conseguir la independencia de Cataluña por la vía pacífica y democrática, y que no fueron impugnados por nadie. El Govern de Catalunya, con apoyo de la mayoría absoluta del Parlament de Catalunya, está intentando cumplir con sus "responsabilidades mandatadas mediante elecciones libres y democráticas", justamente esto. Con ofertas repetidas de negociación con el Estado, que todo el mundo sabe (y Guerra reconoce) han caído sobre orejas sordas.
Aparte de esta alarmante contradicción, hay otra afirmación igualmente proecupante muestra de que el Sr. Alfonso Guerra tiene una visión muy alejada de la realidad. Dice, siempre según el artículo citado, que "el nacionalismo [el catalán, se supone] ha interpretado esa pasividad [la de Rajoy] como un signo de debilidad y ha contestado con una escalada de provocaciones y amenazas”.
La escalada de provocaciones empezó el triste día de 2006 en qué el Partido Popular declaró la guerra (valga la redundancia) al proyecto de nuevo Estatuto de Autonomía de Cataluña. La pasividad la ejerció Rodríguez Zapatero (sí, el de la famosa frase "Apoyaré la reforma del Estatuto que apruebe el Parlamento catalán") después de la humiliante sentencia del Tribunal Constitucional de 2010.
Y en la relación entre Cataluña y los gobernantes de España, desde entonces, la "escalada de provocaciones y amenazas" ha sido constante por parte de un gobierno español nada pasivo. Un gobierno español que expulsa ciudadanos extranjeros por ser catalanistas, que no renueva cátedras a personas que, totalmente al margen de su empleo, explican porque son favorables a una Cataluña independiente. Un gobierno que ha decidido prescindir de sus compromisos firmados con Cataluña, de la ley y de decenas de sentencias de los tribunales favorables a Cataluña, aplicando medidas vejatorias contra los ciudadanos de Cataluña (se sientan catalanes o no). Que no ha respetado los compromisos financieros derivados de una ley orgánica. Un gobierno con nos amenaza con dejarnos "vagando en el espacio" si deviene independiente. Que amenazó, sin razón alguna, de quitar a toda la población de Cataluña, lo quiera o no, la ciudadanía española ("y la europea?" incluso preguntó el presidente del gobierno, totalmente descolocado). Que amenazó, sin razón alguna, con retirar las pensiones a los pensionistas residentes en Cataluña. Un gobierno que convierte a sus oponentes políticos en objetivos a destruir en los tribunales mediante interpretaciones perversas de las leyes, con los fiscales en Cataluña forzados en contra de su parecer unánime a llevar acciones penales contra políticos catalanes que han actuado con toda transparencia, en ejercicio de sus responsabilidades y en cumplimiento de sus compromisos electorales, para que los ciudadanos pudieran ejercer unao de los derechos fundamentales: su libertad de expresión. Un Gobierno que actua en contra de la Constitución y de Leyes Orgánicas cuando pretende perseguir penalmente a representantes legítimos del pueblo: el Parlament de Catalunya es inviolable (55.3 EAC) y los miembros del Parlament son inviolables por los votos y las opiniones que emitan en el ejercicio de su cargo (57.1 EAC).
Y para colmo de las provocaciones (las cuales, sin excepción, han sido conllevadas con madura paciencia por Cataluña y los catalanes) el Plan de cercanías de Barcelona 2008-2015, que suponía un compromiso de inversión estatal de €4.000 miliones para modernizar y ampliar las infraestructuras de la red de cercanías. En octubre de 2016 se había cumplido el 10% de la inversión prometida. ¿Cómo entonces, podia el nuevo ministro, ofrecer un nuevo plan sin haber ejecutado el anterior? En Cataluña la pérdida total de credibilidad de los representantes del poder central, sean o no habituales ocupantes del palco del Bernabeu, supone un golpe definitivo para cualquiera que pretenda reconducir la situación sin recurrir, claro está, a intervenciones como las que el Sr. Guerra parece proponer y que corresponden más a un tic dictatorial o absolutista -con un espíritu de colonizador- que a una manera democrática de resolver los problemas.Me pregunto, para acabar, en cuántos artículos de Tiempo se ha dado voz (como ahora a Guerra) a los protagonistas catalanes del proceso hacia la independencia, en los últimos años. A Junqueras? A Mas? A Castellà? A Puigdemont? A Mas Culell? A cuántos prestigiosos intelectuales?
Quisiera equivocarme -y lo digo sinceramente- pero en Cataluña existe la clara impresión -respaldada, además, con datos objetivos- de qué prácticamente todos los medios de ámbito estatal, públicos y privados, proyectan a sus lectores, oyentes y televidentes una única visión de lo que está pasando en Cataluña -muchas veces con manipulaciones e incluso grandes mentiras, blindadas contra la rectificación-, lo que les esconde buena parte de la realidad, y hace imposible que la gran mayoría sepa los motivos reales, profundos que han movido millones de catalanes a querer (re)constituir su propio Estado. Sin dejar de ser el mejor vecino de España.
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